La Última Pregunta
A lo largo del Evangelio de Marcos, somos testigos de una serie de maestros de la ley, fariseos y saduceos que desafían a Jesús con preguntas engañosas y complicadas pruebas de fuego teológicas, ya sea buscando revelar sus herejías espirituales percibidas o para ponerlo en problemas con las autoridades religiosas y civiles—o ambos. Este domingo, escucharemos la pregunta final que se le hace a Jesús en el Evangelio de Marcos, por un maestro de la ley en Marcos 12: 28-34. En este caso, él no está interesado en atrapar a Jesús, pero parece venir a Jesús por verdadera curiosidad. Marcos señala que “viendo que Jesús respondió bien (a los demás)”, el maestro de la ley le pregunta a Jesús: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”
Como fiel hebreo, Jesús conoce la respuesta correcta aquí, y recita el Shemá, el estribillo de Deuteronomio 6:4-5, que aprendió de niño de su padre y su madre: “Oye, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.” Esto habría satisfecho al maestro, pero Jesús no se detiene ahí. Inmediatamente, agrega: “Ama a tu prójimo como a ti mismo. Ningún mandamiento es más importante que éstos.”
Para Jesús, uno no puede simplemente amar a Dios en sentido abstracto. La forma en que amamos a Dios es amando a nuestro prójimo. Los dos están inextricablemente vinculados. El Reverendísimo Michael Curry, Obispo Presidente de la Iglesia Episcopal, una vez predicó sobre este pasaje: “Cuando Jesús dijo ama a tu prójimo, no puso ninguna limitación, ni asteriscos, ni énfasis en quién es tu prójimo. Tu prójimo es todo aquel que ha sido creado por Dios, que es todo aquel que respira.” Absorber y vivir verdaderamente estos dos mandamientos, siguiendo el camino de Jesucristo, es un acto de fe increíblemente difícil y desafiante.
Quizás por eso Marcos anota después de este intercambio: “Después de eso, ya nadie se atrevía a hacerle más preguntas.” (12:34) ¿Hay algún prójimo al que le resulte particularmente difícil amar? ¿Podemos tú y yo ver el rostro de Dios en esa persona y darnos cuenta de que están íntimamente relacionados?
—El Muy Rvdo. Gray Lesesne, D.Min.
|