Retrocediendo por la Gracia
Si estás en la Iglesia este domingo, escucharás uno de los pasajes más interesantes y desconcertantes de los Evangelios, cuando una mujer de Sirofenicia tiene un enfrentamiento verbal con Jesús en Marcos 7:24-37. La mujer desconocida, doble vez marginada porque es mujer y una gentil, le ruega a Jesús que expulse un demonio de su hija. Él se niega, diciéndole que su misión es únicamente para las ovejas perdidas de Israel. Él dice: “Deja que los hijos coman primero, porque no está bien quitarles el pan a los hijos y dárselo a los perros.” Este es uno de los raros episodios de los Evangelios en los que vemos que incluso Jesús pudo haber estado limitado por las anteojeras culturales de su tiempo. La Dra. Sharon Ringe, profesora emérita de Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Wesley en Washington, D.C., especula que Jesús aquí está “atrapado con su compasión.”
La mujer Sirofenicia retrocede, porque creía que la gracia de Dios está destinada a todas las personas. Ella le dice a Jesús: “Pero, Señor, hasta los perros comen debajo de la mesa las migajas que dejan caer los hijos.” Algo en su terquedad cambia el corazón de Jesús, porque él responde: “Por haber hablado así, vete tranquila. El demonio ya ha salido de tu hija.” Su persistencia vale la pena y cambia el curso del ministerio de Jesús.
¿Quizás esta mujer pueda enseñarnos que a veces incluso nosotros mismos tenemos una comprensión muy pequeña de la gracia de Dios? Nuestra misión en la Catedral es “extender el círculo del abrazo de Dios con el corazón y voz.” ¿Estamos escuchando a la mujer Sirofenicia entre nosotros, que clama que nos empuja a extender el círculo aún más? Incluso cuando las voces son incómodas, ¿podemos escucharlos invitándonos a tener más compasión y más amor? Porque si escuchamos, nosotros también, como Jesús, podemos cambiar el curso de nuestros ministerios.
—El Muy Reverendo Gray Lesesne, D. Min.
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