Cuando Dios Te Dice que Sí
El Evangelio de Lucas nos contará este domingo que “Jesús siguió su camino y llegó a una aldea, donde una mujer llamada Marta lo hospedó”. (Lucas 10:38) Marta, hasta donde sabemos, es viuda o solterona, el triste resultado de una tragedia grave o de una vida que de alguna manera se había desviado. Sin ningún hombre en su vida, la suposición durante los tiempos bíblicos sería que Marta de alguna manera había perdido el favor de Dios por algo que había hecho mal. Ella estaba fuera de todas las listas de cenas, las personas evitaban el contacto visual con ella en los mercados y nadie se detenía para ver cómo estaba. En cambio, Marta moraba en las sombras… silenciosa, sumisa, indistinguible.
Sin embargo, cuando este hombre famoso, este maestro, este sanador, este profeta llamado Jesús entra en su pueblo, Marta lo encuentra y lo invita a su casa. Marta se arriesgó al invitar a Jesús… muchos llamarían a esto más que un riesgo. Martha dio un salto de fe. Verás, Marta no creía en todas las exageraciones religiosas del día de que Dios de alguna manera la estaba castigando o la encontraba indigna. Escuchó que este rabino proclamaba a un Dios amoroso, liberador y dador de vida, y quería saber más sobre él, tanto que lo invitó a cenar. Y su riesgo, su acto de fe, vale la pena. Jesús le dice que sí a Marta. Jesús llega a su casa. Dios le dice que sí.
Un tema que escucho comúnmente como pastor y sacerdote en mis conversaciones pastorales es un sentimiento general de indignidad: en que Dios de alguna manera está muy atareado, muy santo o muy ocupado para tener algo que ver con nosotros. ¿Qué significaría para cada uno de nosotros dar un salto de fe, como lo hizo Marta, e invitar a Jesús a nuestras vidas más profundamente? Podríamos estar muy sorprendidos por la respuesta de Dios.
– El Muy Rvdo. Gray Lesesne, D.Min.
Deán y Rector
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